La condición humana ante el horror de la guerra y sus diferentes expresiones a través del arte (Parte I)

By CENTRO CÍVICO CARACAS - sábado, mayo 16, 2009


A fines del siglo XIX y principios del XX, Europa caminaba al borde del abismo. El riesgo de una guerra se había convertido en una posibilidad concreta y nadie movía un dedo para tratar de alejarla. Todos los estados tenían planes de conquistas, todos de alguna u otra manera aspiraban al reparto de una parte del botín, esa era la realidad.

La I Guerra Mundial no fue producto de la irracionalidad humana, sino una tendencia que devino o derivó inevitablemente de la maraña de intereses político-económicos que estaban en juego en el escenario internacional. La iniciativa estuvo en manos de Alemania en agosto de 1914, pero no cabe duda que unos años más tarde la hubieran tomado los países de la Triple Entente.

En 1914, salvo destruir al país adversario, no existía un punto de vista común acerca de cómo hacer la paz. Los pueblos, cansados por tantos padecimientos, esperaron ansiosos la terminación de la guerra, pero lastimosamente cuando los diplomáticos establecieron las condiciones de paz para la I Guerra Mundial, también determinaron las causas del próximo conflicto bélico: la II Guerra Mundial.

Ningún pueblo obtuvo ganancias duraderas, todos perdieron lo que no iban a recuperar por muchísimo tiempo. El odio y la ira se apoderaron de pueblos enteros que hasta entonces habían competido en forma relativamente pacífica. El período entre 1918 y 1923 se caracterizó por una aguda depresión.

El fin de la guerra concluyó con una profunda transformación de Europa en su estructura interna, económica, política y social. La guerra causó una tremenda conmoción en la humanidad.

La I Guerra Mundial había sido hasta esa fecha, la experiencia más horrenda de la civilización moderna. En algunas partes de Europa había segado la vida de uno de cada cuatro jóvenes y, en las generaciones que maduraron en las décadas del 20 y 30, fueron contados los que supieron comprender la razón por la que habían combatido. La experiencia creó un trauma en la conciencia de la mayoría de los pueblos que habían tomado parte de ella, y este hecho tiene una importancia fundamental para la comprensión de los acontecimientos que iban a sucederse en las décadas que habían de venir. Por estas razones, la filósofa francesa Thérèse Delpech definió al siglo XX con la palabra alemana Herzelend, que significa “tristeza del corazón”, designando a una forma de melancolía y de debilitamiento de la parte emocional de la mayoría de los hombres del siglo pasado.

El período comprendido entre 1914 y 1945 ha sido a menudo denominado la Guerra de los Treinta Años del siglo XX. En ningún otro período se produjo tanta cantidad de gente asesinada, de propiedad destruida ni tanta riqueza nacional malgastada para propósitos económicamente improductivos. El así llamado período de entreguerras de los años veinte y treinta puede difícilmente ser considerado como una época de paz, pues ya lo decía Juan Pablo II: “que nadie se haga ilusiones de que la simple ausencia de guerra, aun siendo tan deseada, sea sinónimo de una paz verdadera”. Por el contrario fue, tal como el general francés Foch predijo proféticamente al final de la I Guerra Mundial, una “tregua de veinte años”, interrumpida por erupciones de animosidades nacionalistas, brotes esporádicos de violencia y rivalidades de gran poder que prepararon el camino hacia la II Guerra Mundial.

Esta breve síntesis de lo que ha sido la primera mitad del siglo XX no pretende satisfacer anhelos de conocimiento histórico, sino más bien preparar el terreno para el tema que queremos comenzar a tratar.

Mucha es la bibliografía que analiza las guerras mundiales, muchas son las referencias a los intereses nacionales de los actores involucrados, a los diferentes objetivos que los Estados tenían por aquellos días, a la cantidad de dinero gastado en armas, a la propiedad destruida, a las ciudades bombardeadas, a millones de heridos, a los millones de muertos…Sin embargo, los documentos que tratan la condición humana en aquellos años monstruosos no son demasiados, o, mejor dicho, no es que no se han producido, sino que, vaya a saber por qué, no han sido divulgados, ni enraizados en lo más profundo de cada ciudadano de este mundo.

Es por esta razón que surgió la idea de este especial: mostrarles sintéticamente cómo ciertos hombres que han vivido y sufrido estas guerras, han sabido expresar a través del arte su tristeza, sufrimiento, pensamiento, desconcierto y esperanza, que no les pertenecían tan sólo a ellos, sino a todos los seres humanos de buena voluntad del siglo XX.

En muy simples palabras, el arte es la actividad mediante la cual el ser humano expresa ideas, emociones o, en general, una visión del mundo, a través de recursos plásticos, lingüísticos, sonoros, o mixtos… El arte expresa percepciones y sensaciones que tienen los seres humanos que no son explicables de otro modo. Así, el hombre da a conocer su cosmovisión del mundo por medio del arte, canalizando sus pensamientos y sentimientos a través de la música, el dibujo y la pintura, la literatura, el teatro y/o el cine…

Desde aquí partirá nuestra unidad de análisis, cómo ciertos hombres de la primera mitad del siglo XX han canalizado sus sentimientos y pensamientos a través de las diferentes manifestaciones del arte; y cómo podemos ver a través de sus variadas obras, el impacto que produjeron las guerras mundiales en las sociedades europeas; pues las decisiones políticas nacen y a la vez repercuten en la sociedad.

Tras esta breve introducción, los invitamos a trasladarse a Europa, al período 1914-1945, donde el hombre no fue sólo el lobo del hombre, sino también la única esperanza de frenar tanta locura.

Este especial estará dividido entonces en el análisis de siete obras (el orden de las mismas ha sido determinado por la fecha en la cual se publicaron o bien, se inspiraron):

· Guernica, de Pablo Picasso.
· A los hombres futuros, de Bertolt Brecht.
· La lista de Schindler, de Steven Spielberg.
· La vida es bella, de Roberto Benigni.
· El gran dictador, de Charles Chaplin.
· Si esto es un hombre, de Primo Levi.
· Los coristas, de Christophe Barratier.

Por L.V.D.

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